Ana María Shua

"A los seis años alguien me puso en las manos un libro con un caballo en la tapa. Esa misma noche yo fui ese caballo. Al día siguiente ninguna otra cosa me interesaba. Quería mi pienso, preferiblemente con avena y un establo con heno limpio y seco. Nunca antes había escuchado las palabras pienso, avena, heno, pero sabía que como caballo necesitaba entenderlas. Durante una semana pude haber sido Black Beauty pero fui Azabache, en una traducción inteligente y libre. Fui caballo de tiro y caballo de alquiler, recibí latigazos, estuve a punto de morir, fui rescatado... y llegué a la última página. Entonces, con terrible dolor, volví a mi cuerpo y levanté la cabeza: el resto del mundo todavía estaba allí. 'Deja eso que te va a hacer mal', decía mi madre. 'No se lee en la mesa', decía mi padre. Entonces descubrí que podía volver a empezar. Y otra vez fui Azabache y otra vez y otra vez.

"Después descubrí que podía ser un pirata y muchos, y la ciudad de Maracaibo y ser hombre, manatí, horror o piedra. Lo que acababa de empezar en mi vida no era un hábito: era una adicción, una pasión, una locura." ("Confieso que he leído", publicado en Benjamín —Boletín de ALIJA—, N° 21, diciembre de 1999)
Ana María Shua nació en Buenos Aires en 1951.
Desde sus primeros poemas, reunidos en El sol y yo, ha publicado más de cuarenta libros. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente el premio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim) y La muerte como efecto secundario (Premio Club de los XIII y Premio Municipal en novela). Cuatro de sus libros abordan el microrrelato, un género en el que ha obtenido el máximo reconocimiento en el ámbito iberoamericano: La sueñera, Casa de Geishas,Botánica del caos y Temporada de fantasmas.
También ha escrito libros de cuentos: Los días de pesca, Viajando se conoce gente y Como una buena madre. Con Miedo en el sur obtuvo el Premio Municipal en el género cuento.
Recibió varios premios nacionales e internacionales por su producción infantil-juvenil. Sus cuentos figuran en antologías editadas en diversos países del mundo. Algunas de sus novelas han sido publicadas en Brasil, España, Italia, Alemania y los Estados Unidos.
Su última novela es El peso de la tentación (2007). En el año 2009 ha pubicado en Madrid Cazadores de Letras, que reúne sus cuatro libros de minificción, y en Buenos Aires, Que tengas una vida interesante, sus cuentos completos.

En 2011 publica su nuevo libro de cuentos brevísimos “Fenómenos de circo”

Sitio Oficial: http://www.anamariashua.com.ar/

Temporada de fantasmas.
Páginas de espuma, 2004. 134 páginas.

Cuentos de amor y muerte, de sueños y enfermedades, que analizan los miedos y creencias de los seres humanos.

FILTRO DE AMOR
PARA HACERSE QUERER, machacar en un mortero de plomo diez ojos de murciélago y una cabeza de mamba fresca hasta reducirlas a una pasta. Incorporar lentamente quince dientes de ajo crudo y disolver en bencina. Cuando la persona amada beba este filtro le crecerá de inmediato el labio superior hasta colgar por debajo de la barbilla, sus ojos perderán color, adquiriendo un aspecto protuberante, la nariz se le achatará a la manera de los cerdos, la columna vertebral, combada, formará una joroba, las articulaciones de las manos le quedarán rígidas y deformes, se le ennegrecerán los dientes y se enamorará perdidamente de usted.
PECADO DE SOLTERÍA
CUANDO LLEGUE el fin del mundo, los lacandones se reunirán en Yaxchilán. Los dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y juntarán su sangre en cuencos para pintar su casa. Con tales amenazas, que varían de una cultura a la otra, es necesario atemorizar a los hombres para que acepten y soporten el matrimonio.
'SU VIUDA Y SU VOZ'
De las cañerías provenía un ruido fuerte y triste al que ella suponía la voz de su marido muerto. Todas las cañerías hacen ruido, argumentaban sus amigos. En todas las cañerías se manifiesta su espíritu, decía ella. Todas las cañerías hacían ruido cuando él estaba entre nosotros, argumentaban sus amigos. Pero solamente ahora me hablan de amor, decía ella.

Botánica del caos.
Buenos Aires, Sudamericana, 2000

Cada microrrelato ocupa un espacio muy breve en el libro (a veces, una misma página puede contener a dos). Sin embargo, las anécdotas que se cuentan alcanzan para delinear un argumento complejo, profundo y a veces escalofriante.

La peste de los recuerdos

Los que recuerdan quedan ensimismados, silenciosas las roldanas de los aljibes, endureciéndose la masa levada en las artesas. Los pájaros devoran los granos de trigo demasiado maduro y hasta los bebés se olvidan de llorar, recordando la oscuridad del vientre de su madre, el pezón en los labios.
Nada se logra hablándoles de los placeres de la vida, pero a veces es posible persuadirlos de la necesidad de atesorar nuevos recuerdos.
Entonces se ponen en movimiento lentamente y de a poco (los jóvenes primero, los muy viejos nunca más) comienzan otra vez a vivir sólo para darle gusto a la memoria, como todos los hombres.
Mirando enfermedades

En el Diccionario de Agronomía y Veterinaria había ilustraciones y muchas fotos. Una extraña tumoración nudosa deformaba la articulación de una rama.
¿Esto qué es? preguntaba yo, la niña.
Es una enfermedad de los árboles me decía papá.
¿Esto qué es? preguntaba yo, señalando, en la foto, el sexo de un toro.
Es una enfermedad de las vacas me decía papá.
Era lindo mirar enfermedades con mi papá. Como sabía que me estaba mintiendo, observaba con asombro y regocijo los desmesurados genitales que crecían deformes en los árboles machos.
En la silla de ruedas

Tía Petra se finge paralítica para vivir en su silla de ruedas, tapada con una manta escocesa que oculta sus patas de cabra, su cola de pez, su mitad serpiente. Los sobrinos le quitamos la manta mientras dormía y vimos las dos piernas de niño, pequeñas y delgadas, que siempre se pone para dormir.
El que acecha

Mi espada hiende el aire. La herida se cuaja de goterones sangrientos. ¿He acertado por fin en el cuerpo del que acecha, enorme, del otro lado de la realidad? ¿Es la música de su muerte este vago rugido estertoroso, esta respiración gigante? ¿O es el aire mismo el que, partido en dos, agoniza?
Asoma por el tajo la hoja de otra duda, de otra espada.
El arte de las transformaciones

Creí dominar el arte de las transformaciones, pero no era más que un aprendiz de brujo. Un pequeño error, un gesto equivocado en el momento del conjuro y heme aquí cuesta abajo en la rodada, hoy pato, mañana cucharita, montaña, arveja, premolar o polvo edulcorante. Y ahora, precisamente ahora, cuando por fin he logrado controlar tanta locura, reducirla a la ínfima sutileza de un cambio de opinión, ahora es cuando se quejan, absurdos, mis votantes.
El arte de la cabullería

Un viejo marinero enseña el arte de la cabullería. El precio de sus enseñanzas depende de las pretensiones de los alumnos. Las primeras lecciones son económicas y se aprende a destrenzar toda clase de nudos. Quien desee aprender a reconstruirlos deberá abonar un honorario mucho mayor, en moneda extranjera (hay quien afirma, incluso, que ya no se trata de dinero). Entre tanto, como icebergs desprendidos de la costa, grandes trozos de realidad flotan a la deriva.
Tabú cultural

A causa de algún tabú cultural que aún no comprendemos, los nativos no quieren aceptar la colaboración de nuestros científicos para averiguar por qué se malogra, una y otra vez, la cosecha de humanos en esos campos sembrados que llaman cementerios. ¡Cuando sería tan sencillo lograr que fructifique!

 
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