MÁS GUSTAVO ROLDÁN...

Gustavo Roldán, Dragón, Sudamericana, 2010.

Los dragones también lloran

No es frecuente, porque no les gusta llorar. Pero a veces lloran. Lloran cuando nadie los ve, por eso no hay quien crea en el llanto del dragón.
Entonces crecen los ríos y desbordan, incontenibles; los mares se alborotan y las olas golpean en las rocas de las orillas bramando de desasosiego y de furia.
Los dragones lloran silenciosamente, vertiendo tristes lágrimas, infinitas lágrimas tristes, que hacen surcos en la tierra y caen al río y caen al mar y los ríos y los mares se encrespan y crecen y desbordan.
Entonces los dragones vuelan hasta lo más alto, para no llenar de lágrimas la tierra. Pero no resuelven nada, porque las lágrimas ahora son una inmensa lluvia que sigue mojando la tierra y llenando los mares.
Al final dejan de llorar. Nunca se sabe por qué. Como tampoco se sabe por qué empiezan a llorar.
Son cosas de dragones nomás.



Bendición de Dragón



Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés solo en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Qué nunca te falte el fuego.
Que nunca te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.

Gustavo Roldán

“MALDICIÓN DE DRAGÓN”



Que tengas comida
hasta estar harto
todos los días de tu
vida. Y que vivas
muchos años. Que
nunca te falten ni el
agua ni la luz. Que los
senderos sean suaves cuando los
camines. Que las espinas se
aparten de tu lado. Que tus
enemigos te dejen pasar sin
atacarte. Que ningún dolor te hiera
en el costado. Que nadie te lastime
a traición. Que nadie te ofenda ni
siquiera con un gesto. Que tengas
todo lo que se pueda desear, por
largos, larguísimos años.
Pero que falte el amor.

(Roldán, Gustavo. Dragón. ilustrado por Luis Scafati. Bs. Ed. Sudamericana, 2010)
Gustavo Roldán



Dragón –dijo el jaguar- ¿Por qué hiciste al hombre?

-Creo que fue un accidente, esas cosas pasan…

-Si, pero fue un accidente grave. ¿No querés que lo coma y terminamos con el accidente?

-Todavía no, merece alguna oportunidad.

-Ya tuvo demasiadas, y además ningún animal lo quiere. ¿Te fijaste que nadie, ni con pelos ni con plumas, habla con él?

-Yo vi que hablaba con algunos animales.

-Hablaba, pero ya no. Ahora todos hacen como que no lo entienden, porque no les gusta lo que habla. Y cuando aparecen se van para otro lado.

-Eso suena feo, pero pienso que siempre hay que dar más oportunidades.

Quien te dice.

-Las oportunidades son peligrosas. Yo, como cualquier jaguar que se precie, estoy dispuesto a comérmelo ya mismo, no sé qué puede pasar si dejamos que el agua corra.

-Esperemos jaguar. ¿Qué puede pasar?

-No sé. Y le tengo miedo a las cosas que no sé.

-Ese parece un pensamiento del hombre, jaguar.

-¿Ves hasta dónde puede ser peligroso? Ya me estoy contagiando de su manera de pensar.

-Y me vas a contagiar a mí. Estamos entrampados, jaguar, porque comerlo también es una manera de terminar un problema a la manera del hombre.

-¿Qué hacemos, dragón?

-¿Qué hacemos, jaguar?

Y ahí se quedaron dando vuelta al problema. Una y mil veces y otras mil.

Todavía no encontraron la solución. Lástima.



 
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