Francesco Tonucci, pedagogo y dibujante


"Muchas veces la escuela no se relaciona con la vida"

Hace más de 35 años, buscando un modo de comunicar sus ideas de manera más directa a un público más amplio, el pedagogo italiano Francesco Tonucci delineó sus primeras viñetas disfrazado tras el seudónimo de Frato. De la mano de la ironía, Tonucci / Frato pudo ingresar a la escuela, provocándola para que se ría un poco de sí misma.

En su última visita a la Argentina, Francesco Tonucci habló de sus principales preocupaciones en torno a la niñez, que tienen que ver con la soledad y la falta de autonomía de movimiento de los niños, problemas que desde hace más de diez años propone solucionar multiplicando por el mundo su proyecto "Ciudad de los Niños".

Su vocación por la infancia, que se despliega en una vasta serie de publicaciones, lo hizo merecedor del nombre de "niñólogo". Y aunque afirme que con sus viñetas busca generar una "complicidad entre adultos", no puede dejar de sentirse satisfecho al constatar que los niños y las niñas saben que él y sus dibujos están de su lado.

- ¿Cómo empezó a dibujar viñetas?

- Las viñetas son la herencia de una pasión que tengo desde siempre, no tanto de dibujante sino de pintor. Mis primeros recuerdos de escuela son dibujos en una pizarra grande. Soy de un pueblo sobre el Adriático, Fano, y hacía muchos dibujos sobre la playa. Los pintores de mi pueblo me regalaban tubos de óleo y yo los aprovechaba para hacer pequeños grabados.

Después, mi camino no fue el arte sino los estudios universitarios. Y a fines de los 60, mientras en el movimiento estudiantil buscábamos maneras más directas para comunicarnos con la gente - y pensábamos en formas de autocrítica hacia el mundo de la investigación, que estaba muy encerrado en una actitud autorreferencial-, las viñetas me parecieron un modo de abrir la comunicación a un público más amplio. Así, aproveché unos dibujos que estaba haciendo para unos tests infantiles de psicología. Cuando empecé, pensaba que esto no era algo tan digno de realizar ni por un artista ni por un investigador, por lo cual me disfracé detrás de un seudónimo: Frato.

Quería señalar dos cosas. Por un lado, que las viñetas pudieron entrar en la escuela, que no es un mundo abierto a la ironía y la sátira humorística. Este es un éxito raro, porque las viñetas se reconocen y la escuela acepta reírse de sí misma. Por otro lado, las viñetas llegaron a ser un instrumento de formación profesional para maestros y maestras. En España se adoptan casi como libros de texto de magisterio; muchos profesores han usado y siguen usando mis viñetas para empezar cursos, para estimular a los estudiantes, hasta en los exámenes.

- Usted dijo que la escuela no está acostumbrada a la ironía. ¿Cuál cree que es actualmente el lugar del humor en la educación?

- Creo que cuando esto se consigue, estamos en un buen sitio. Hay una viñeta que dibujé hace muchos años que describe esto: un maestro le dice a una colega: "Mira la última viñeta de Frato", y la maestra la observa y dice: "Sí, ja, ja", empieza a reírse y dice: "A mí también... a mí también.... ¿a mí también? ¡Cómo se permite este señor decir estas tonterías!". Lo que intenté fue develar un poco qué significa la ironía; nos suscita una sonrisa, pero puede producir distintas reacciones, desde el enfado o el decir: "Es verdad, a mí también, lo reconozco, tenemos que cambiar algo". Estas son distintas reacciones posibles, creo que todas son buenas, porque provocar una reacción agresiva puede ser interesante.
Tonucci

-¿En qué se inspira al hacer las viñetas?

-Varias veces me preguntaron esto. Cuando contesto esta pregunta, normalmente invento algo, por honestidad. Cuando una idea se ha hecho clara, puede producir una viñeta. Una viñeta es un resumen o una concentración, en pocos trazos, de un concepto que a veces es muy complejo y que puede provenir de la investigación, de la observación, de los comentarios de los maestros. Un ejemplo de esto es una de las viñetas más intensas que dibujé, que comprime un concepto muy complejo, que es el tema de la evaluación: Hay ocho caras de niños y niñas, y una cara de adulto; la maestra evalúa diciendo: "Ana es desordenada", "Pedro es tímido", etcétera. La penúltima viñeta dice: "Solo Luis es normal. Firmado: la maestra", y Luis es la imagen especular de la maestra, son idénticos. Esta es una síntesis gráfica que me parece bien solucionada y es el resultado de nuestras investigaciones. Para nosotros, el normal es el que se nos parece más; el distinto es malo, preocupante y tenemos que recuperarlo, ¿recuperarlo a qué? A la normalidad, es decir, hacerlo como nosotros. Yo siempre lo digo: la viñeta es como una píldora, un concentrado. Produce una intuición, no ayuda a hacer un recorrido, pero lo puede suscitar, movilizar, motivar. Muchas viñetas salen de anécdotas que me cuentan. La del sol, por ejemplo, es otra viñeta que ha tenido bastante éxito porque resume una problemática muy compleja a nivel educativo escolar. La madre le pregunta al niño: "¿Cuál es tu opinión: el Sol gira alrededor de la Tierra o la Tierra gira alrededor del Sol?". El niño responde: "El Sol gira, la Tierra está quieta". La madre se enfada y le dice: "¿Pero qué te explicaron en la escuela?". "En la escuela me explicaron que el Sol está quieto y la Tierra es la que gira, pero ¿tú qué querías saber, lo que me han explicado en la escuela o lo que pienso yo?". Esto me lo contó un amigo francés, y yo aproveché para hacer una viñeta que toca el tema del doble camino entre la escuela y la vida. Muchas veces, la escuela no se relaciona con la vida y se queda en un camino paralelo. De este modo, recibimos una cantidad de conocimientos que repetimos correctamente dentro de la escuela, pero fuera de la escuela seguimos pensando otra cosa. Esto es muy grave, porque significa que la escuela no entra en la personalidad del alumno sino que se superpone.

- ¿Cuáles cree que son los problemas centrales vinculados con la infancia, en la actualidad?

-Son muchos. Una de las diferencias más fuertes entre ser niño hace 40 o 50 años y hoy, es que antes los niños no sabían casi nada y hoy saben todo. Y frente a este enorme crecimiento de la capacidad de información, ha descendido totalmente la autonomía de movimiento. Esto significa que los niños no saben hacer casi nada, no tienen la experiencia de moverse, de practicar el espacio y el tiempo, de vivir la experiencia y la emoción de la aventura, del descubrimiento, del riesgo y del placer. Todo el proyecto de la Ciudad de los Niños nace con la preocupación de restituir la ciudad a las niñas y a los niños.

Por otro lado, un problema muy importante para los niños respecto de la formación escolar es que la escuela sigue siendo una escuela para pocos. Si el tema de la autonomía de movimiento es un tema básico para los niños más desarrollados, este es el tema básico para los niños más pobres y que tienen más problemas socioculturales y socioeconómicos. Yo creo que en toda reflexión escolar debe estar la idea de que la escuela sea para todos. Esto significa muchísimas cosas distintas: por ejemplo, los niños deberían ir a la escuela con placer, cada uno debería reconocer la escuela como "su" propia escuela. Al contrario, creo que la mayoría de los niños siguen pensando que la escuela adonde concurren es la escuela a la que tienen que ir. Tercero, esta escuela sigue siendo una escuela para pocos, para los hijos "inteligentes" y que tienen buena familia. Los que no tienen una motivación, los que no tienen una familia atrás, siguen fracasando. Es común escuchar frases como "Lo siento, señora, pero su hijo no me sigue", "No está interesado, no tiene bases, tendría que recuperar". Son todas frases impresionantes, que deberían constituir un delito porque, ¿qué significa "No me sigue"?, ¿quién tiene que seguir a quién? Yo creo que la escuela debería seguir a los niños y no los niños seguir a la escuela. En pocas palabras, una escuela para todos debería reconocer a todos los niños el derecho a llevar consigo todo lo que saben. La escuela debería empezar siempre con la escucha y no con la propuesta. Doy la palabra porque estoy interesado en saber lo que piensan mis alumnos, y todo lo que piensan lo ponemos en la mesa y empezamos a trabajar. Trabajamos sobre lo suyo, no sobre lo mío.

-¿Qué piensa como "niñólogo" acerca de las hipótesis del "fin de la infancia"? ¿Estos niños que saben demasiado, que descolocan a los adultos, están diciendo que se acabó la infancia?

-En efecto, hoy los niños tienen dificultades para vivir la infancia porque, por un lado, acceden a conocimientos adultos de una forma muy precoz; y por otro lado, se quedan inmaduros porque no desarrollan capacidades autónomas de moverse, arreglarse; por lo cual llegan a la adolescencia con una cabeza enorme y con brazos y piernas pequeñitas. Esto significa que la infancia ha cambiado; yo creo que hoy la infancia está presa, no desaparecida. Si la dejamos, vuelve. Esta es la experiencia que siempre encontramos en el proyecto de la Ciudad de los Niños. Nosotros proponemos que los niños vayan a la escuela sin ser acompañados por adultos. El éxito es impresionante, porque esto produce bienestar social y seguridad en la ciudad. Los padres suelen tener miedo de que los niños salgan a la calle porque hay inseguridad. Al contrario, si van afuera producen seguridad. Por otro lado, los niños que se mueven solos recuperan también una manera de vivir la infancia. Dos aspectos siempre me llamaron la atención. Los niños que van solos al colegio son más puntuales que los demás, se hacen cargo. El otro aspecto divertido es que esta pequeña autonomía se transforma en un espacio social que los niños disfrutan. Los niños de Roma se organizan para llegar un cuarto de hora antes a la escuela, para jugar juntos enfrente. Cuando se les pregunta por qué les gusta tanto ir a la escuela solos, muchos contestan: "Porque así podemos hablar entre nosotros". Por lo cual, yo creo que no es verdad que la infancia está perdida, sino que está presa y tenemos que liberarla. La infancia vuelve si las condiciones lo permiten.

-Una última pregunta, ¿cuando dibuja se siente un poco niño?

-Cuando dibujo como pintor, con frecuencia me siento niño; pero cuando dibujo viñetas, al contrario, me siento muy adulto. Me siento un adulto que se comunica con sus colegas adultos, buscando una manera más directa para transmitir algo. Las viñetas son un hecho de complicidad entre adultos; yo confío a otros adultos algo que he pensado, que he vivido. En varias oportunidades, la gente me ha dicho que estas viñetas, que son tan simples, dibujadas apenas, sin color, les gustan mucho a los niños. Yo creo que aquí también ellos se dan cuenta de una complicidad: se dan cuenta de que estos dibujos están de su parte, y esto, como siempre, les gusta a los niños y a las niñas.

Ana Abramowski
Fotos: Roberto Azcárate

Fuente: El monitor

Más Graciela Cabal...

HISTORIETA DE AMOR

Rosa y José se casaron una mañana de primavera.
Rosa toda de blanco y con jazmines en el pelo.
José todo de oscuro y con un clavel en el ojal.
No tuvieron luna de miel porque eso cuesta dinero.
Pero el día del casamiento fueron al cine y después a una pizzería.
Y se sentían muy pero muy felices.
José trabajaba en una fábrica importante. Para llegar a la fábrica tenía que tomar un tren y un colectivo.
Rosa no trabajaba. Bueno, era ama de casa: hacía la comida, limpiaba, planchaba y atendía su lindísimo jardincito.
Rosa se levantaba antes que José para prepararle el mate, y se acostaba después que José, para dejarle la ropa lista sobre una silla.
Rosa y José se pasaban esperando los sábados y los domingos.
Los sábados José arreglaba los enchufes, las cerraduras y todas esas cosas que se desarreglan en las casas.
Los sábados Rosa hacía pastafrola y amasaba los tallarines para el día siguiente (a José le caían como piedra las pastas compradas). Claro, también limpiaba, planchaba y atendía su lindísimo jardincito.
Los domingos José la pasaba en la cama (sólo se levantaba para comer), un poco porque estaba reventado de toda la semana y otro poco porque la mamá de Rosa mucho no le simpatizaba.
Los domingos Rosa se levantaba antes que nunca, porque era día de visitas. Y a ella le encantaba que su mamá -y sobre todo su suegra- le dijeran cosas como:
"¡Qué ricos están los tallarines! ¡Nada que ver con los comprados!"
O si no:
"¿Cómo hacés para que te crezcan así las dalias? ¡A mí no me vienen tan arrepolladas!".
Lo que a Rosa le ponía intranquila era cuando, a la hora del mate y la pastafrola, su mamá, y sobre todo su suegra, empezaban a mirarla fijo y de repente le preguntaban:
"¿Y los hijos, nena? ¿Qué esperan para los hijos?"
Un día a Rosa le pareció que estaba embarazada. Entonces fue al hospital y el médico le dijo que sí, que estaba nomás.
El sábado siguiente, para festejar, Rosa y José fueron al cine y después a una pizzería.
Y se sintieron muy pero muy felices.
Rosa quería una nena:
"Una nena para ponerle los aritos y los zoquetes con puntillas. Una nena que me ayude un poco en la cocina..."
José quería un varón:
"Un varón, para jugar a la pelota y mirar las peleas por la tele. Un varón que me ayude un poco con los enchufes y las cerraduras..."
La panza de Rosa crecía y crecía. Por demás crecía.
- ¡Pero señora! -la retaba el médico-. ¿Cómo es que usted viene con semejante panza?
- Y... -decía Rosa, confundida-. Yo qué sé...
Un día el médico la revisó mucho a Rosa y entonces le dio la gran noticia:
- Mi querida señora -le dijo sacándose los anteojos-, usted no va a tener un hijo -acá el médico hizo un silencio, sacó el pañuelo y tosió con energía, porque a él le gustaba impresionar a las mujeres-. ¡Usted va a tener dos...!
A Rosa el corazón se le subió hasta la boca y después le volvió a bajar.
Y salió del hospital sacando la panza afuera, para que se notara bien cuánta panza tenía.
José se puso tan contento pero tan contento que ese domingo, cuando llegó la mamá de Rosa, le dio un beso en cada cachete y la convidó con vermú y aceitunas.
"Dos nenas", decía Rosa, "para ponerles los aritos y los zoquetes con puntilla. Dos nenas que me ayuden un poco en la cocina..."
"Dos varones", decía José, "para jugar a la pelota y mirar las peleas por la tele. Dos varones que me ayuden un poco con los enchufes y las cerraduras..."
Y nacieron los mellizos: una nena y un varón.
José le regaló a Rosa una caja de bombones finos y un enanito de jardín.
Las abuelas se encargaron de los pañales porque ellas eran de regalar cosas prácticas.
"Se llamará Rosa, como la madre", dijo José mirando a la nena.
"Se llamará José, como el padre", dijo Rosa mirando el varón.
A la nena la vistieron de rosado, le abrieron las orejas con aritos de perla y le regalaron una muñeca rubia.
Al varón lo vistieron de celeste, lo pelaron bien peladito y le regalaron una pelota blanda.
El tiempo fue pasando.
Rosa y José estaban orgullosos de sus hijos que crecían sanos y cachetudos.
José ahora se levantaba antes, para ahorrarse el colectivo.
Rosa también se levantaba antes, para prepararle el mate a José y ocuparse de los mellizos.
En la casa había más trabajo y menos dinero.
José empezó a hacer changas por el barrio, los sábados y los domingos.
Rosa se puso a plantar tomates y rabanitos y radicheta en un rincón del jardín, y a tejer para afuera.
Cada vez resultaba más difícil ir al cine.
Y la pizza la hacía Rosa en casa. Pero no era lo mismo.
El día que los mellizos cumplieron los nueve un montón de chicos del barrio fueron a la casa.
También fueron las abuelas: cada abuela con una torta.
Una torta de color rosa y en forma de corazón, con sus flores de azúcar.
Una torta de color celeste y en forma de cancha de fútbol, con su arco y sus jugadores y su pelota de chocolate.
Los chicos tomaron naranjada. Los grandes tomaron cerveza. Y todos aplaudieron como locos cuando Rosita y Pepito apagaron las velas.
En ese momento Rosa y José pensaron que habían tenido mucha suerte en la vida.
Y se miraron.
Pero no se dijeron nada porque ellos no eran de hablar.
Una noche José llegó furioso a la casa. Y se fue a dormir sin comer (y eso que había puchero con garbanzos y todo).
Rosa dijo: "No molesten al padre. Algo le pasó".
Y no se animó a preguntar porque tuvo miedo.
Al otro día José se quedó en la cama. Y Rosa le llevó el mate en bandeja, como si fuera domingo.
Entonces José le dijo a Rosa que la fábrica había cerrado. Y Rosa se puso a llorar.
José también hubiera llorado, pero se acordó eso de que los hombres no lloran.
-Está frío el mate -dijo José-. Es la primera vez que me das un mate frío.
A la hora de la cena, José dijo que, mientras él no consiguiera trabajo fijo, iban a vivir de changas. Y que había que dejarse de lujos y de macanas.
-¿Qué lujos? Si nosotros... -empezó a decir Pepito.
Pero Rosa lo miró al hijo con cara de decir que a ver si cerraba el pico, ¿o no lo veía a su padre, lo mal que estaba?
Hubo un silencio.
Entonces Rosa dijo que bueno, que estaba bien, pero que a lo mejor ella podía conseguirse algún trabajo.
José la miró serio.
-Escuchame bien, Rosa -le dijo-. Acá el único que trae el pan a la mesa soy yo. ¿Te quedó claro?
Y después agregó, con una risita fea.
-Además, Rosa... ¿Me querés explicar de qué vas a trabajar vos? Si no sabés hacer nada... Ja...
Hubo otro silencio, largo.
Entonces Rosa se levantó, sacó del horno las manzanas que había preparado de postre, las roció con el caramelo que estaba en el fondo de la fuente, abrió la heladera, sacó el tarro de dulce de leche, puso una cucharada bien gorda arriba de cada manzana, y después, con mucho cuidado para que no se desarmaran, las fue tirando una por una al tacho de la basura.
-Algunas cosas sí que sé hacer...- dijo Rosa-. Además, con probar...
Rosa le encargó a la nena que se ocupara de la comida de la noche. Al fin y al cabo ya era casi una mujercita.
Y José le encargó al varón que se ocupara de arreglar los enchufes y las cerraduras y esas cosas que los varones arreglan en las casas. Al fin y al cabo ya era casi un hombre.
Así fue.
La primera noche el menú resultó un verdadero misterio.
Se trataba de algo pastoso y agrio, pero nunca se supo qué (Rosita sabía, claro), porque, además, comieron a la luz de la vela.
-Yo solamente quise arreglar el velador -dijo Pepito, de lo más llovido-, y de repente ¡plaf!, nos quedamos a oscuras.
La segunda noche comieron -es un decir- milanesas con puré. Negras por fuera y crudas por adentro salieron las milanesas, y el puré parecía agua de charco.
Lo peor fue que, para comer, hubo que entrar por la ventana.
-Yo lo único que quise fue arreglar la cerradura- dijo Pepito muy mortificado-, y no sé, algo ¡cric!, se me atrancó.
Rosa y José se pusieron nerviosos, muy nerviosos.
José gritó que todo esto pasaba porque la madre no estaba en la casa.
"¡Y cuando una madre no está en la casa...!"
Rosa gritó que la madre no estaba en la casa porque el padre no tenía trabajo fijo. "¡Y cuando un padre no tiene trabajo fijo...!"
Los chicos no dijeron nada pero pensaron que era culpa de ellos. Y como tenían ganas de llorar, lloraron. (Pepito también lloró, porque no se acordaba bien eso de que los hombres no lloran.)
Todos se fueron a dormir con la panza vacía y el corazón hecho un trapo.
Es que el hambre pone mal a la gente. Sobre todo cuando escasea el trabajo y las luces no encienden y las puertas no abren y etcétera, etcétera.
Al día siguiente, sin mirarse ni dirigirse la palabra, Rosa y José salieron por la ventana, lo que no dejaba de tener su gracia, especialmente para los vecinos.
Los chicos pensaban que la cosa se venía negra.
Entonces, como pasa cuando las cosas se vienen negras, tuvieron una idea brillante.
Esa noche la cena fue espléndida: guiso para chuparse los dedos y arroz con leche.
(Rosa y José felicitaron a Rosita.)
Además: ¡qué bueno era entrar y salir por la puerta, que no sólo estaba arreglada sino que no hacía ese horrible chirrido de siempre! ¡Y qué maravilla era apretar un botón o mover una perilla y que las luces se encendieran y se apagaran a gusto!.
(Rosa y José felicitaron a Pepito.)
Habían llegado a lo mejor del guiso, cuando Rosa, que se revolvía inquieta en la silla, dijo que tenía una gran novedad.
(Con la cuchara en el aire, José y los chicos la miraron a Rosa.)
Le ofrecían trabajo en el vivero de doña Asunta, siguió Rosa. Y ella había dicho que sí.
(Con la cuchara en el aire, Rosa y los chicos lo miraron a José.)
- ¿Y fuiste capaz de decir que sí? -gritó José.
- ¡Fui capaz de decir que sí! -gritó Rosa.
- ¿Sin consultar ni nada? -gritó José.
- ¡Sin consultar ni nada! ¿Por? -gritó Rosa.
Esta vez hubo un silencio tan largo que daba miedo.
Hasta que, después de un rato, José dijo:
- Pero mirá vos, la señora...
Y hundió la cuchara en el guiso, porque tampoco era cuestión de dejarlo enfriar.
Y fue recién por la mitad del arroz con leche, cuando volvió a hacerse oír:
- No, si ahora va a resultar que soy un inútil...
Entonces Rosa se acercó a José, le dio un beso, y le dijo que no se pusiera mal, que ya se iban a arreglar entre todos. Lo más bien se iban a arreglar.
-¿No es cierto, chicos?
Y no agregó que a ella le encantaba la idea de trabajar en un vivero, porque le dio una especie de vergüenza. Pero ya lo iba a decir... Seguro que lo iba a decir...
Sin hablar los cuatro terminaron su arroz con leche. Y pasaron el pancito hasta dejar el plato brillante, como era costumbre en la familia.
Y entonces Rosa se levantó para traer el mate.
Y José se levantó para prender la tele y, de paso, revolverle la cabeza a la hija.
- Rosita, te juro -y José pensó que, en momentos así, nada mejor que un buen chiste-: después de esta comida... ¡ya te podés casar! ¡Ja!
Pero Rosita lo miró seria al padre.
- No papá. La comida la preparó mi hermano. Yo solamente arreglé los enchufes y las cerraduras...
Rosa y José abrieron los ojos y se miraron, con cara de decir "¿qué disparates anda diciendo esta chica?".
Y después lo miraron al varón, que se encogió de hombros con cara de decir: "¿a mí por qué me miran?".
Y después la miraron a la nena, que torcía la boca con cara de decir:
"¿y yo qué hice ahora?". Entonces Rosa, que era muy tentada, se largó a reír.
Y tanto se río que el agua del mate se le escapó por la nariz.
Y de verla tentada a Rosa se tentaron los chicos. Y hasta José se tentó, aunque todavía estaba un poco triste, bastante molesto y completamente confundido.
El sábado siguiente, con un adelanto que pidió Rosa en el vivero y un poco que las abuelas guardaban por cualquier desgracia, los cuatro se fueron al cine.
Y después a comer pizza en una pizzería.
Cierto que a Pepito le salía más rica. Pero no era lo mismo.


FIN
Historieta de amor, Graciela Cabal, ilustrado por Mónica Weiss, Colección Pan Flauta, Editorial Sudamericana

Graciela Beatriz Cabal (Buenos Aires, 1939-2004) es una figura clave en la literatura infantil y juvenil de la Argentina del siglo XX. Escritora valiente a la hora de elegir temas, su estilo narrativo se apoya en la lengua coloquial del habla rioplatense, sin por ello perder universalidad.

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Pablo Neruda. (1904 - 1973)

La palabra, Pablo Neruda.

Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se escuchan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.



“La palabra”, Confieso que he vivido, Pablo Neruda
(Buenos Aires, Losada, 1974)





PIDO SILENCIO


AHORA me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.

Yo voy a cerrar los ojos.

Y sólo quiero cinco cosas,
cinco raíces preferidas.

Una es el amor sin fin.

Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.

Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.

En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.

La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.

Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.

Ahora si quieren se vayan.

He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.

Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.

Sucede que soy y que sigo.

No será, pues, sino que adentro
de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.

Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.

Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.

Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.

Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.


La presente Antología de Pablo Neruda es publicada con fines de difusión y estudio de la obra del Poeta y está prohibida su reproducción con fines comerciales o de uso público. Todos los derechos pertenecen a la Fundación Pablo Neruda.
Fuente: http://www.neruda.uchile.cl

Reseña biográfica


Poeta chileno nacido en Parral en 1904.
Huérfano de madre desde muy pequeño, su infancia transcurrió en Temuco donde realizó sus primeros estudios.
Aunque su nombre real fue Neftalí Reyes Basoalto, desde 1917 adoptó el seudónimo de Pablo Neruda como su verdadero nombre. Escritor, diplomático, político, Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, es considerado como uno de los grandes poetas del siglo XX.
Militó en el partido comunista chileno apoyando en forma muy decidida a Salvador Allende.
De su obra poética, se destacan títulos como «Crepusculario», «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», «Residencia en la tierra», «Tercera residencia», «Canto general», «Los versos del capitán», «Odas elementales»,
«Extravagario», «Memorial de Isla Negra» y «Confieso que he vivido».
Falleció en 1973.

© http://amediavoz.com/neruda.htm

Más Ricardo Mariño...

"Lentitud"

...en El mutante y otros cuentos de Ricardo Mariño
Ilustraciones de Gustavo Ariel Mazali

Fuente: Cuentos viajeros

No podía moverse. Tenía conciencia de que estaba en el suelo, sentía un agudísimo dolor de cabeza y una gran pesadez. No podía moverse ni abrir los ojos.
¿Qué había pasado? La nave. Con esfuerzo recordó que finalmente la nave había caído y que, unos segundos antes, él se había lanzado con el sistema eyector.
Venía navegando normalmente en un vuelo automático y en algún momento advirtió que la nave no avanzaba por la ruta trazada. Cuando quiso rectificar el rumbo comprobó que era imposible. Los instrumentos funcionaban, pero algo había alterado sus parámetros. Él sólo era un piloto encargado de hacer un traslado de materiales hasta la Tierra, alguien con mínima instrucción, pero no había que ser un experto para deducir que, accidentalmente, la nave había entrado en el área de influencia de un campo gravitacional tan poderoso como para dislocar el instrumental.

Los intentos por comunicarse habían sido inútiles —nada funcionaba en forma normal—, y con los mandos manuales no había podido impedir que progresivamente la nave fuera atraída hacia ese planeta. Debía hacer muchas horas que esa falla afectaba a la nave y él, fatalmente, había demorado demasiado en advertirlo. Por lo cual, debía estar muy alejado de las rutas convencionales. Próximo a caer sobre el planeta, había dispuesto de unos segundos para ver cómo era su superficie, después de accionar en forma manual, e inútilmente, los sistemas de descenso. Mientras caía tuvo sensaciones muy extrañas y, antes de desvanecerse en plena caída, vio un lugar inhóspito, rocoso, con una mínima vegetación que al menos hacía pensar que allí habría oxígeno.

Cuando fue evidente que se estrellaría contra el planeta, decidió eyectarse, que era la forma de salvarse él, pero no la nave. Todo había durado instantes y de esa parte no recordaba prácticamente nada. No tenía la menor idea sobre qué había sucedido después ni cuánto tiempo había transcurrido.

Sin embargo ahora se sentía en posición horizontal. La permanencia de varias semanas en el espacio le hacía confundir esas sensaciones, pero había jurado que estaba acostado en el suelo de aquel lugar.
Quién sabe cuánto tiempo había pasado en esa posición cuando notó que, si se empeñaba en hacer un gran esfuerzo, podía mover un brazo algunos centímetros. Era como intentar nadar en un líquido de terrible densidad. Y tal vez fuera así. Tal vez la combinación de gases de ese planeta, o las condiciones gravitacionales, produjeran alguna sustancia espesa que impedía los movimientos.

Pasado un rato pudo comenzar a abrir los párpados. Una tenue luz se filtró y tuvo en su mente la imagen de manchas oscuras imprecisas, recortadas sobre un fondo blanco. Eran siluetas perfectamente inmóviles, estatuas o algo parecido. ¿Cómo no se había golpeado contra ellas al caer? Eran muchas figuras parecidas, que representaban seres de espantoso aspecto. Habían sido talladas en el vívido gesto de avanzar a la carrera hacia un objetivo. Ese objetivo parecía ser... él mismo, porque, de hecho, estaba en el camino de la carrera de las estatuas.


Parados sobre cuatro patas y casi enanos, tenían un aspecto vagamente humano. Su expresión, a la vez fría y asesina, no delataba pensamientos sino un instinto bestial. Los filosos colmillos que les sobresalían de sus bocas les daban esa apariencia animal, pero los rasgos de la cara eran estilizados y no recordaban la cabeza de un simio sino la de un renacuajo o un humano recién nacido, con sus arrugas y su cabeza desproporcionada.
Poco después vio que detrás de las estatuas estaba su nave, destrozada. El movimiento de los ojos para enfocar cada objeto se le hacía increíblemente lento. Tenía en su campo visual a la nave, pero no podía concentrarse en los detalles. Sin embargo... había algo... ¡sí! ¡Un asiento de la nave estaba suspendido en el aire!


Tal vez él hubiera caído primero y la nave después. Pero no, no era eso. Ahora que podía ver un poco mejor, había unas líneas coloridas alrededor de la nave, y a partir de eso pudo deducir que ¡la nave estaba estallando! Quizá la poderosa fuerza de gravedad hacía que la expulsión de llamas y gases fuera mínima, pero de hecho un sillón y otras partículas que ahora identificaba mejor estaban saliendo desde la nave. ¡Era un estallido en cámara lenta! Ahora el sillón se hallaba en otra posición, unos centímetros más alto, y poco después comenzaba a descender describiendo muy lentamente una parábola. Eso que en la Tierra habría resultado un fogonazo, un mínimo instante inaprensible, aquí parecía prolongarse interminablemente.

Entonces, esas figuras de hombrecitos en cuatro patas... El hombre se planteó una idea espeluznante: si todo era tan lento como para dar la sensación de rigidez, esos seres que lo rodeaban no debían estar inmóviles...
Aterrorizado, trató de concentrarse en uno de ellos, el que estaba más cerca, ya que tenía la sensación de que antes tenía la boca casi cerrada, mientras que ahora parecía abierta a medias...
Después de unos cuantos minutos, tal vez quince o veinte (para entonces el sillón había recorrido un par de metros más en el aire), la boca del hombrecito estaba completamente abierta, se veían mejor sus desparejos dientes y colmillos, y algo como una espuma parecía salirle de la garganta. ¡Se movían! ¡Estaban vivos! ¡Y se dirigían hacia él para atacarlo!


Ojalá estuviera equivocado. Para alentar esa duda, se concentró en un pájaro que estaba a unos cien metros por sobre las cabezas de los hombrecitos de cuatro patas. Era un pájaro fabuloso, inmenso, con enormes músculos en sus alas que, desplegadas, no eran demasiado anchas. Más que volar, parecía nadar. ¿Cómo podía volar un ser vivo en ese planeta?
En algo así como media hora el pájaro ya no se vio perpendicular a la cabeza del humanoide sino desplazado unos centímetros hacia la derecha. Aterrado, se dijo que, tarde o temprano, esos salvajes se arrojarían sobre él y le darían la peor de las muertes: lo despedazarían y devorarían con espantosa lentitud.
Terribles pensamientos ocuparon al hombre durante esa eternidad imposible de calcular en horas. Advirtió, además, que no había sonidos. Por una razón inexplicable, eso le resultó más aterrador que las demás comprobaciones. Qué sensación de soledad debía dar ese lugar donde las cosas no hacían ruido al ser apoyadas. Los tremendos rugidos que habrían salido de esos hombrecitos eran puro silencio, como también la explosión de la nave.
Pasadas, quizá, dos horas, el más feroz de los salvajes estaba a unos sesenta centímetros. A las tres o cuatro horas, el hombre comenzó a sentir que la garra derecha del salvaje tocaba su cuello. Una hora más tarde comenzó a dolerle, como un pinchazo. Era terrible imaginar lo que iba a demorar su muerte...
Lo que siguió fue tan extraño como todo lo anterior: durante horas el hombre vio que el grupo de salvajes coincidía en un movimiento de sus cabezas: un giro hacia el costado y hacia arriba. Cuatro o cinco horas después ya estaban de espaldas y habían comenzado una especie de huida hacia adelante, hasta desaparecer metiéndose en una cueva. El pájaro los siguió hasta allí y, al no obtener ninguna presa, volvió a elevarse.

El hombre sabía que no tenía ninguna chance de sobrevivir en ese planeta. ¿Cómo haría para pararse, correr, conseguir alimentos, defenderse de esos seres y soportar ese horrible silencio? Por todo eso, casi agradeció cuando el pájaro, tras describir un extraordinario circulo en las alturas, comenzó a bajar en un lentísimo vuelo en picada... hacia él.




fin


Ricardo Mariño
nació el 4 de agosto de 1956 en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, Argentina. Es escritor, periodista y guionista. Entre 1985 y 1988 dirigió la revista literaria Mascaró. En esa época recorrió distintas provincias argentinas dictando talleres en bibliotecas y escuelas para la Dirección Nacional del Libro. Colaboró para diversas revistas y suplementos infantiles como Billiken, La hojita, Cordones sueltos, Humi, A-Z diez y Genios. Realizó guiones para la teatralización de cuentos clásicos del programa infantil Flavia está de Fiesta que se emitió por Canal 9, y para las historietas de la colección Félix Luna te cuenta la Historia, de editorial Atlántida.


Consejos prácticos para anular el gusto por la Literatura

Por Rosa María Torres

Anular el gusto por la literatura puede ser algo muy sencillo, sobre todo si se empieza desde la infancia. Los siguientes consejos prácticos, basados en la experiencia de varias generaciones de jóvenes y adultos que hemos pasado por las aulas, pueden serle en este sentido muy útiles, si usted es uno/a de tantos profesores empeñados en lograr que los alumnos desarrollen anticuerpos no sólo ante la literatura sino ante la lectura y los libros en general:

Envíe a leer como castigo (por no haber hecho la tarea, portarse mal en clase, etc).

Antes de empezar a leer algo, advierta a toda la clase que, al terminar la lectura, hará preguntas o tomará prueba.

Pida leer individualmente y en voz alta, mejor si en algún orden anticipable por los alumnos (el orden de la lista o de estatura o de los asientos).

Regañe a quienes, al leer en voz alta, leen en voz demasiado baja.

Pida resúmenes de todo lo que envía a leer.

Evalúe lo que escriben los alumnos fijándose sobre todo en la cantidad de escritura (número de oraciones, párrafos, páginas, etc.).

Al corregir, ponga atención en la redacción y la ortografía, antes que en el contenido y la intención de lo escrito.

Califique bien solo a los que opinan igual que usted (o según lo que usted considera que debían escribir).

Dicte clases aburridísimas de Literatura.

Seleccione como material de lectura algo que los alumnos no pueden entender (pues está por encima de su edad, sus conocimientos y su nivel de lectura) en aras del loable objetivo de ayudarles a aumentar su vocabulario y su cultura general.

Seleccione para leer algo que a usted le parece interesante, aunque a los estudiantes les parezca un plomo.

Pida leer todos los años los mismos libros.

Pida leer resúmenes de libros en vez de los libros completos escritos por los autores.

Pida leer los clásicos de la literatura mundial, evitando todo contacto con la literatura contemporánea y con los autores nacionales.

Evite que sus alumnos tengan arrebatos de escritura libre, en los que expresen sus propias ideas.

Pida un resumen de Platero y Yo, La Ilíada, o Crimen y Castigo. Exíjalo como tarea para el próximo lunes.

Ponga como regla a sus estudiantes que deben leer al menos un libro por semana.

Desarrolle en sus estudiantes el hábito de llenar fichas de lectura para cada libro que leen (datos del libro, del autor, etc.).

Pida leer la biografía del autor (o, mejor aún, díctela) antes de leer el libro.

En el examen de Literatura pregunte datos tales como el lugar de publicación del libro, la fecha de nacimiento del autor, el número de páginas, y las veces que aparece repetida la palabra "asimismo".

Cuando más interesante está la lectura, interrumpa haciendo preguntas para verificar que los alumnos estén siguiendo el texto.

No bien se ha terminado con la lectura de un poema, empiece a preguntar a mansalva acerca del número de estrofas, el tipo de rima y el uso de las metáforas.

Ponga malas calificaciones en Literatura por no haber comprado o traído el libro a tiempo.

Siga convencido, en fin, de que lo importante es hacer que los estudiantes lean, no que desarrollen el gusto por la lectura.


Publicado originalmente en el suplemento Familia del diario El Comercio de Quito, 23/04/95. Publicado como cartel por la Secretaría de Educación Pública del Estado de Guanajuato, México, y distribuido a todas las escuelas del Estado (2003).



Rosa María Torres del Castillo
Quito, Ecuador
Pedagoga, lingüista, periodista educativa, activista social. Investigadora y asesora internacional en temas de educación, cultura escrita y aprendizaje a lo largo de la vida. Ex-Ministra de Educación y Culturas. Coordinadora del Pronunciamiento Latinoamericano por una Educación para Todos.

Sitio web: http://www.fronesis.org

Blog: http://otra-educacion.blogspot.com/

Crónicas Marcianas. Uruguay


MANUAL DEL BUEN PELADO

A todos les va a tocar.
Tarde o temprano les va a tocar.
O te quedás pelado vos, o se queda pelado tu padre, o tu primo o tu hermano.
Todos tenemos un pelado en nuestro futuro.
Y visto y considerando que ya pasé por esta experiencia, se me ocurre que como servicio a la comunidad no estaría mal prepararle el camino a los que van llegando.
Es cierto… lo mío fue muy abrupto, muy de golpe, muy sin aviso, pero en última instancia el resultado es el mismo.
Como vi que se caía…lo ayudé.
Pasé a ser parte del asunto.
Me involucré en la caída.
¿Qué diferencia hay?
La misma que en el omelet de jamón.
Lo contaba Leandro en la presentación de “Crónicas marcianas y uruguayas”.
Una cosa es participar de la calvicie y otra es involucrarse.
Leandro decía que en la receta del omelet de jamón preparado con huevos de gallina y jamón, en su elaboración la gallina participa, mientras que el cerdo se involucra.
En otras palabras… me queda claro que si algún día me mandan a la guerra, cuando vea que vamos perdiendo me paso con el enemigo.
Eso hice.
Vi que se venía la calvicie y le gané de mano.
Me rapé de punta a punta.
Me saqué mi larga, negra y lacia cabellera.
¡Y ahora soy un pelado!
¡No puedo creerlo!
Eso sí…debo pedir perdón a los pelados.
Recién llego a un lugar que estaba lleno y ya estoy dando consejos.
Es de agrandado.
Primera advertencia: Los pelados somos agrandados, no mucho, pero somos agrandados.

Es que por algún lado hay que compensar.
Prestá atención, cuando veas caminar por la vereda a cuatro personas y frente a ellos aparezca un cartel colgando, el único que se agacha para no pegarse en la cabeza es el petiso.
De agrandado.
Lo que le falta, él mismo se lo pone.
Y a nosotros nos pasan cosas parecidas.

Otro aviso: hay espíritu de grupo.
Acabo de llegar y ya hablo de mis compañeros pelados.
Son mis iguales, aunque voten distinto y griten otros goles.
Les veo brillar la calva desde lejos y los saludo aunque no los conozca.
De cualquier manera no ha sido fácil.
Porque fue de golpe.
¡Imaginate que pesás 70 kilos y un lunes te despertás con 120 kilos!
¡Imaginate que te sacas una barba que usaste durante 30 años!
De golpe pasás a ser distinto.
Pero no distinto a los demás, distinto a vos mismo.
Es algo rarísimo.
Porque no sólo te ven distinto los otros, vos mismo no te reconocés al espejo.
Es como si alguien se hubiera apoderado de vos, es como si otra persona decidiera lavarse los dientes en tu propio baño. Sos la versión calva de Linda Blair en “El Exorcista”.
Tiene tu voz, tiene tus ojos, usa tu camisa, agarra tu cepillo…pero no sos vos.
Por ahí anda la cosa.

Primer consejo para los futuros calvos: Escuchá atentamente a los que te quieren mucho y desconfiá de los que quieren quedar bien con juicios ambiguos.
Mi historia fue así: salí de casa, me senté en el sillón del peluquero y le dije:
–Esta es la última vez que te vengo a ver.
El tipo pensó que como se me caía el pelo me iba a suicidar.
–Pensalo- me dijo–. No hagas locuras.
–Ya lo pensé–le dije– rapame. Tengo más entradas que el Conrad. Más vale ser un pelado digno y al contado que sufrir una calvicie en cómodas cuotas mensuales.
Y volví a casa.
–¡Hay un pelado tocando timbre!- gritó mi hija menor después de vichar por la mirilla.
–No abras por las dudas- escuché que decía mi mujer–. Y menos ahora que no está tu padre, que por más que sea jodido, algo ayuda.

Segunda advertencia para futuros calvos: Ya no volverán a confundirte con alguien parecido a vos. Sólo te confundirán con otro calvo.
La cena fue larga.
Mis hijos pinchaban con el tenedor y de reojo miraban la calva que amanecía.
La mayoría de las veces le erraban a las moñitas y un par de veces le erraron al plato.
Nadie arriesgaba una opinión.
Mi mujer trataba de no mirar mucho, pero todo el mundo sabe que eso es peor.
Es como ese lunar grandote que tiene el tipo que está enfrente a vos y que vos decidís no mirarle. Y los ojos se te van solos, hasta que llega un momento en que te das cuenta de que a pesar de habértelo advertido vos mismo, lo único que mirás… es el lunar.
No es un tipo con un lunar adelante, es un lunar con un tipo atrás.
Y dejás de atender lo que te dice mientras te repetís una y otra vez “¡nooo, no le mires el lunar con pelos!” y de golpe…lo único que ves es un enorme lunar con pantalones, sentado frente a vos.
¿Todo por qué?
Por proponerte ser condescendiente con el lunar, en vez de serlo con el tipo.
Y fue mi nieta de cinco años la que -una vez más- dio la lección.
Se encerró en el dormitorio, lloró en silencio y no me permitió entrar a explicarle.
Sintió que alguien le había cambiado al abuelo; que a pesar de tener la misma cara, los mismos gestos y hasta la misma risa, tenía otra cáscara.
–¡No abuelo, no entres!– dijo mientras yo la adivinaba acostada, boca abajo, con su carita apoyada en la almohada.
Y lloró un rato sin salir del dormitorio ni dejar que nadie entrara.
Al rato pasó rauda para la cocina donde estaba la abuela.
Miró de reojo y taloneó.
A la vuelta de su excursión a la cocina y camino al dormitorio miró una vez más de reojo y apuró el paso.
Repitió el trayecto dos veces más, segura de que no la veían porque todos estaban ocupados en disimular que me faltaba algo en la cabeza.
Al tercer viaje se me acercó, se paró junto a mi silla, colocó su manita en mi rodilla derecha, se secó la última lágrima chiquita que le quedaba y con voz temblorosa me dijo:
–Abuelito…
–¿Qué, mi amor?
–… ya me acostumbré.

Fue en ese momento que me di cuenta de que con cinco años se le estaba adelantando al resto de las personas con las que me iba a encontrar.
Su proceso había sido rápido, limpio, auténtico, claro y hasta expresado en voz alta.
De eso se trataba: tendrían que llorar un ratito, elaborar el duelo, acostumbrarse y sin necesidad de tocarme la rodilla, entenderme.
Claro, para los niños es más fácil, ellos son más maduros que los adultos maduros.
Me sirvió para entender que al raparme les había pasado el problema a los demás.
Desde ese día dejé de ser consciente de mi calvicie.
Cuando hablo con otra persona no estoy pensando si tengo pelo o no tengo.
¡Pero el otro sí!
El otro empieza a sufrir el síndrome del lunar.
¡Pobre! ¡Su problema es que me falta pelo!

De a poco fui sobrellevando la relación en familia.
Me costó un poco entender que mi mujer se estaba acostando con un pelado.
No conseguía al principio reconocerme acostado con la bruja y menos aún verla acostada con un calvo.
Era como si me engañara con otro que era yo mismo.
Pero se fue solucionando.
Tenía algo de fantasía sexual.
El otro paso difícil fue a la mañana.
Levantarme y encontrarme de golpe conmigo mismo en el botiquín.
El primer día medio dormido, me saludé sin querer.
–¡Oh! perdón –dije y amagué a salir, pensando que había un tipo en mi baño.
Después me fui a acostumbrando.

Noticia: ¡Qué rápido se bañan los calvos!
Al dejar de lavarme la cabeza, el baño empezó a limitarse a unos pocos minutos. Descubrí que el tiempo se lo llevaba el shampoo, el enjuague, el lavado, el secado con toalla, el peinado, etc, etc.
Menos tiempo y más barato.
¿Otra cosa rara?
El clima.

Advertencia II: Se te enfría y se te moja la bocha
El frío en la cabeza y la primera lluvia en la calva me sorprendieron. Pensé que ya no me quedaban experiencias nuevas para afrontar, pero apareció esta de mojarme las ideas cuando llueve.
–Tenés una linda forma en el cráneo– te dicen y es algo así como decirte “Menos mal que no tenés una cabeza con forma de berenjena o de zapallito de tronco”. “No te queda tan mal, es cuestión de acostumbrarse”. “La ventaja es que te vas a morir sin haber tenido canas”.
Claro, hay que entenderlos, no todos tienen la madurez de tu nieto para asumir y elaborar pérdidas ajenas.

Más información: Te sentirás acorralado.
Descubrirás que en esta sociedad el pelo es un valor.
Verás –uno atrás de otro– los avisos en la tele con el cabello negro cayendo como si fueran hilos de seda empetrolados, verás la cabellera rubia en cámara lenta encandilándote como un sol a domicilio.
Y empezarás a encontrar ofertas de shampoo por todos lados.
Mi mujer dice que siempre estuvieron ahí, sin embargo yo estoy seguro de que alguien las pone en los estantes de los supermercados cuando me ven entrar.
Verás que te ofrecen enjuague para el pelo hasta en los ómnibus.
Las promotoras de los semáforos, si les agarrás el shampoo de regenerador anti-quiebre te querrán regalar un televisor de plasma.
Por teléfono te venderán un enjuague con ceramidas, control caída, con una moto de agua de regalo.
Dicen que los que sólo tienen un martillo a todo le ven forma de clavo.
Vos a todo le sentirás olor a shampoo de manzana con placenta del tortuga.

Otro mensaje: Serás un mojón para muchos.
Vas a ser referencia en las colas y en las multitudes.
La gente dirá:
“Allá, al lado del pelado”.
“Del pelado, dos para atrás”.
“Entre el pelado y la gorda”.
Y escucharás chistes como “¿te pelaron a la conga?” “¡Pah, qué viento! ¿Se te volaron las chapas?” “Hola, cabeza descalza” “Buen día, cabeza de rodilla” y todas esas genialidades que se les ocurren a los tipos grandes.

Por último… los pelados no son sexualmente más atractivos que los demás.
Falso, esto que acabo de escribir es falso.
Dejé este tema para el final porque sé que mi mujer no se banca leer todas las estupideces que escribo.
Generalmente deja de leer por la mitad.
Así que como estoy seguro de que no está leyendo, lo confieso y me la juego: ¡El arrastre es increíble! Los pelados tenemos algo especial.
Sin ir más lejos, el otro día cuando fui a…no, eehh… vieja ¿no estarás leyendo esta parte, no?


Marciano Durán
Abril 2007


Marciano Durán Rivero - (Florida - 25 de agosto de 1956)

Radicado en Punta del Este desde 1979.
Casado con Mary Carmen Laxague. Tres hijos (Ximena 31, Marciano 29, Marcia 18) dos nietos (Pilar 8, Gerónimo 2).
Periodista vinculado a radios y medios escritos de Florida, Maldonado, San Carlos, Piriápolis, Punta del Este, Montevideo, Colonia, Río Negro, Lavalleja, San José, Rocha y Paysandú.

Autor de:

“Crónicas marcianas y uruguayas” –Libro de humor editado por Civiles Iletrados en el año 2003. Dos ediciones. Actualmente agotado.

“Marcianitis Crónica”- Libro de humor editado en el año 2005. Tres ediciones.

“EL CODIGO BLANES, la otra historia del Uruguay”- Libro de Ficción histórica editado por Flor Negra Ediciones a finales del 2006. Este trabajo recibió la distinción “Libro de Oro 2007”, premio que instituye la Cámara del Libro al más vendido del año. Actualmente se encuentra en la decimotercera edición.
Declarada su presentación en España de Interés Cultural por el Ministerio de Educación y Cultura.
Presentado en el año 2007 en el Centro Cultural Borges de Buenos Aires, en la Casa América Catalunya (Barcelona-España) , en la Asociación de Uruguayos en Catalunya (Barcelona-España) y en 17 ciudades de nuestro país.

“La cuestión es darse maña y otras incoherencias”- Libro de humor editado por Flor Negra Ediciones a finales del 2008. Agotada su primera edición de 3.000 ejemplares.
Presentado en el 2008 en el Centro Cultural de San Isidro (Tenerife, Islas Canarias, España) y en la Asociación de Uruguayos de Catalunya (Barcelona, España).
Presentado en el 2009 en la Embajada de Uruguay en Ottawa, en Ottawa Public Library en el marco del Congreso de la Asociación Canadiense de Hispanistas en Ottawa, en la Maison de la Culture Côte-des-Neiges en Montreal, en el Club Uruguay-Toronto de la ciudad de Toronto y en Woodbridge (Ontario). Presentado en el Consulado de Uruguay en New York, en Orange (Nueva Jersey) y en el Forum Brech de Manhattan.

Autor de varias obras de teatro entre las que se destacan:
“Nosotros” Actuación del elenco del Club de Teatro Fernandino y del propio autor, que batió record de taquilla en la ciudad de Maldonado.

“Cabaret Electoral” – Dirigida y protagonizada por Horacio Buscaglia. Textos de Juceca, Milton Fornaro, Marciano Durán y Carlos Liscano. Con Walter Reyno, María Varela, Alicia Restrepo, Oliver Luzardo, Pablo Grimoldi y Horacio Buscaglia, presentada en el Teatro Circular de la ciudad de Montevideo.

Letras suyas han sido musicalizadas por varios conjuntos y solistas especialmente por distintas murgas y humoristas del carnaval uruguayo, entre ellos Clave de Murga (La Clave) de San Carlos.
En la solapa de uno de sus libros dice “En su currículo acostumbra a poner que corre 8 kilómetros todas las mañanas. Cuando se le hace ver que ese dato no corresponde a un currículo literario afirma “todo lo contrario, allí nacen las crónicas”.
Su página web www.marcianoduran.com.uy recibe centenares de visitas diarias desde nuestro país y desde el exterior.

Sus textos son publicados en periódicos de habla hispana en varios países.
Muchas de sus crónicas han sido traducidas a diferentes idiomas y recorren el mundo a través de Internet.
Los textos “Desechando lo desechable” y “Esos locos que corren” fueron traducidos a cinco idiomas y publicados en revistas de Europa y América. Ambos textos reciben un lugar destacado en cientos de páginas web de diferentes países.
Su página marca el ingreso de más de 300.000 visitas.
De acuerdo a la cantidad de medios que levantan sus trabajos en Uruguay y en el exterior, se estima que cada crónica de Marciano Durán es leída semanalmente por más de 50.000 personas.

Gabriela Mistral (1889-1957)

La oración de la maestra

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.

Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.

¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.

Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!

Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.

Autora: Gabriela Mistral
Desolación (1922)
BIOGRAFÍA

Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida como Gabriela Mistral , nació en Vicuña, Chile, el 7-4-1889, murió en Nueva York, el 10-1-1957. Pero su "amado pueblo", como ella misma decía, era Montegrande, donde vivió de los tres a los nueve años, y donde pidió que le dieran sepultura. En su testamento estipuló que el dinero producido por la venta de sus libros en América del Sur debía destinarse a los niños pobres de Montegrande.

Fue maestra, destacada poetisa y diplomática. La primera latinoamericana (y la primera mujer en su especialidad) en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1945.

Utilizó el seudónimo literario Gabriela Mistral en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos, el italiano Gabriele D'Annunzio y el francés Frédéric Mistral. En el año 1917 Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya publican una de las más importantes antologías poéticas de Chile, Selva Lírica, donde Lucila Godoy aparece ya como una de las grandes poetisas chilenas. Esta publicación es una de las últimas en que utiliza su nombre verdadero.

Desempeñó el cargo de Inspectora en el Liceo de Señoritas de La Serena. Además fue destacada educadora; visitó México, Estados Unidos y Europa estudiando las escuelas y métodos educativos de estos países. Fue profesora invitada en las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico.

Vivió entre América y Europa. A partir de 1933, y durante un periodo de veinte años, trabajó como cónsul de su país en ciudades de Europa y América. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco, y ha sido muy influyente en la obra creativa de muchos escritores latinoamericanos posteriores, como Pablo Neruda y Octavio Paz. Sus diversos poemas escritos para los niños se recitan y cantan en muy diversos países.

La noticia de que había ganado el Nobel la recibe en 1945 en Petrópolis, la ciudad brasileña donde se desempeñaba como cónsul desde 1941. Lo recibió de manos del Rey Gustavo V de Suecia.

Entre los muchos doctorados honoris causa que recibió, se destacan los de la Universidad de Guatemala, la Universidad de California (Los Angeles), la Universidad de Florencia (Italia); son solo algunos. En 1954, la Universidad de Chile finalmente decidió ofrecerle tal honor.

Gentileza: HOGAR CRECER

Enlaces






"Ni el escritor, ni el artista, ni el sabio, ni el estudiante, pueden cumplir su misión de ensanchar las fronteras del espíritu, si sobre ellos pesa la amenaza de las fuerzas armadas, del Estado gendarme, que pretende dirigirles."

"Yo soy socialista. Un socialismo muy particular, muy chileno y latinoamericano. La clase social dentro de la cual yo me siento bien, aquella de la que yo espero más, y a la que yo amo de todo corazón, es la clase trabajadora"


Gabriela Mistral (1889-1957)

 
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