Manuel Puig –novelista- (Argentina, 1932-1990)

Manuel Puig

(Argentina, 1932-1990)


Novelista argentino. Nació en Buenos Aires y estudió cine en Roma y Nueva York.
En 1968 publicó su primera novela, La traición de Rita Hayworth, que tuvo una calurosa acogida por parte de la crítica, que un año después no se vio defraudada con la siguiente obra, Boquitas pintadas (1969), que además consiguió un gran éxito de público. En las dos se ocupa de las mitologías sexuales y sentimentales de la clase media bonaerense, utilizando los lenguajes de la cultura de masas, sobre todo del cine, además de las letras de canciones populares —tangos y boleros— y el ambiente folletinesco de las revistas del corazón o de los seriales radiofónicos de la época. The Buenos Aires Affaire (1973), tiene además implicaciones psicoanalíticas. En El beso de la mujer araña (1976), tal vez su novela más conocida, se ocupa inteligentemente de la represión política que por entonces sufrían algunos países del Cono Sur. Fue llevada al cine y representada en el teatro con gran éxito. Siguieron Pubis Angelical (1979) y Cae la noche tropical (1988) entre otras novelas, donde demuestra su dominio de los diálogos. Murió en la ciudad de Cuernavaca, México el 22 de Julio de 1990.


El beso de la mujer araña (fragmento)


" Y el psicoanalista se quiso defender pero era demasiado tarde, porque ahí en ese rincón oscuro todo se volvía borroso un instante y ella se transformaba ya en pantera, y él alcanzó a agarrar el atizador de la chimenea para defenderse, pero ya la pantera le había saltado encima, y él le quiso dar golpes con el atizador pero ya con una garra ella le abrió el cuello y el hombre cayó al suelo echando sangre a borbotones, la pantera rugió y mostró los colmillos blancos perfectos y le hundió otra vez las garras, ahora en la cara, para deshacérsela. "


The Buenos Aires Affair (fragmento)


" Gladys antes nunca se maquillaba, pero con parte del rostro tapado por un mechón¬no por una venda, ni por un parche de pirata, sólo la coquetería de un mechón¬, el ojo resultó tan hermoso al pintarlo por primera vez... Un joven llegó a decirle que ese ojo parecía un colibrí posado en su cara, ¿y qué más podía ayudar a la policía?, al oficial que la atendiese le pediría ante todo discreción, y que si su hija al rato reaparecía no la enterasen de la denuncia, y por supuesto habría que ocultarle que una seña particular había sido indicada. Era verdad, se decía Clara, con esas pestañas postizas importadas el ojo puede destacarse más y resultar de una belleza radiante, el ojo celeste con el párpado verde y las pestañas azabache como las alas y la colita erguida del colibrí.
También había otras proclamas gubernamentales pegadas a la fachada que instaban al orden público y recomendaban la captura de activistas allí enumerados; Clara no las leyó. Improvisamente había llegado a la conclusión de que su hija estaría ya emprendiendo el regreso a casa, porque también a ella la aterraban las tormentas. Comenzó a desandar el camino. Además si los patrulleros buscaban a Gladys y la encontraban por una carretera en camisón y tapado de piel, la considerarían demente y la someterían a tratos intolerables para la sensibilidad de la muchacha, "...cuando las maderas / crujir hace el viento / y azota los vidrios / el fuerte aguacero, / de la pobre niña / a solas me acuerdo. / Del húmedo muro / tendida en un... / tendida en un..." ¿cómo seguía? consultó su reloj pulsera, eran las nueve y media de la mañana ¡qué no hubiese dado por saber dónde estaba su hija en ese preciso momento! "...allí cae la lluvia / con un son eterno; / allí la combate / el soplo del cierzo. / Del húmedo muro / tendida en un... en un... ¡hueco! / acaso de frío / se hielan sus huesos...", logró por fin recordar, con satisfacción. "

Gentileza: Gustavo Sala
Ateneo Popular Arturo Jauretche

 
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